LEER Y ESCRIBIR

Aunque creamos que sí, al cerebro se le da fatal hacer varias tareas al mismo tiempo y por extensión, también al resto del cuerpo. Por ejemplo, estornudar y mantener los ojos abiertos, reír y masticar, o soplar y sorber.

Por el contrario, también hay actos (pocos, pero haberlos haylos) íntimamente relacionados entre sí como leer y escribir. O escribir y leer. Lo uno sin lo otro no tiene sentido y lo otro da sentido a lo uno. El orden de los factores no sólo no altera el producto sino que lo perfecciona. Es una especie de ritual sinérgico, más o menos.

Desde otro punto de vista (aunque muy próximo), de todos es conocida la importancia de la publicidad y el valor de la promoción a la hora de incrementar las ventas de un libro con la intención de que sea leído (que no es lo mismo, aunque lo parezca).

El gran deseo de un autor es tener lectores, es decir, que lean lo que escribe. Frente al editor, el distribuidor y el librero que quieren que le compren lo que el autor escribe.

La relación de fuerzas vinculantes entre leer y comprar se basa en la secuencia de enamoramiento del lector. A veces, el éxito viene determinado por el empeño de seducción del autor y en otras ocasiones por el empecinamiento de los otros tres actores intervinientes (editor-distribuidor-librero) casi siempre en sólida y coordinada alianza comercial.

En el caso de la lectura y de la escritura, no sabría decirles a ustedes aquí y ahora, si ambas actividades se hallan intrínsecamente vinculadas por el afecto personal o si, por el contrario, el vínculo lo establece el ánimo pecuniario. Tampoco podría afirmar como escritor si el orden de los factores altera el producto, ni si es imprescindible la adquisición de un libro para ser leído o lo es por otra razón ajena a la lectura. Y de ser así, ¿qué razón lleva a un comprador a comprar un libro que luego no leerá o ni siquiera regalará a un tercero para que éste lo lea?

Aunque honestamente, a diferencia de la ley matemática que reza que el orden de los factores no altera el producto, en literatura el orden de los lectores sí que altera el relato.

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