EL SUSTITUTO DEL SEXO

“Desde hace meses me siento vacío”. En estos mismos términos se lo he confesado a mi psiquiatra. “No es la primera vez”, he vuelto a confesar valientemente. “Ni será la última”, me ha respondido él mientras hacía que tomaba notas en una libreta Moleskine.

Desconozco las consecuencias de tal vacuidad interior, aunque sé perfectamente cual es el origen. Por eso, cuando siento un vacío en mi interior de proporciones insondables como el que siento desde hace meses, lo lleno con onzas de chocolate. No logran cubrir el hueco al completo, pero rellenan una parte considerable del espacio que nada ni nadie puede o desea ocupar (al menos quien me gustaría que lo ocupase).

Las lenguas que no lamen ningún tipo de sexo dicen que el chocolate es un sustituto bastante equitativo. Afirman con contundencia que el aporte calórico proporcionado por la deglución de azúcar en combinación con los valores proteicos del cacao natural, logran excitar las glándulas nerviosas de similar modo al que lo hace la práctica sexual regular y homologable en espacio y tiempo.

Sin embargo, yo les digo a todos ellos que donde esté chupar, lamer o comerse un buen sexo (a gusto del consumidor) que se quite el chocolate por mucho porcentaje de pureza de cacao que tenga y por muy grande que sea la tableta del blanco o del negro (ahora me refiero al color del chocolate, no me sean mal pensados).

Lo malo, es que a falta de pan buenas son tortas, y en mi caso particular, a falta de saborear flujos ajenos, tendré que conformarme con el fluido interior de las chocolatinas Mon Cherrie que vienen rellenas de coñac en una caja de diseño de 24 unidades. El regusto final no es el mismo ni de lejos, pero quienes no tenemos churro que mojar con nadie, ni nadie que nos dé cachetitos en las nalgas, nos vemos obligados sobrellevar el peso de la soledad con el peso que proporciona sobre el organismo la ingesta del azúcar del chocolate suizo.

“Lo peor de todo es que por muy dulce que sea cada mordisco, el amargor del vacío seguirá presente”, ha dicho mi psiquiatra al tiempo que sorbía ruidosamente el Colacao de su taza.

Qué vida esta.

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