HAGAMOS EL HUMOR

En el mundo hay tres clases de personas. Las que hacen algo, las que no hacen nada y las que critican todo de todos sin hacer nada de nada.

No seré el yo quien critique a los que critican, ni seré el que apunta con el dedo a nadie, ya sea desde el lado del cristal de la ventana que cubre el visillo o a cubierto desde el cristal de la pantalla del ordenador.

Tampoco voy a usar palabras mal sonantes ni emplearé expresiones denigrantes con el objetivo de hacer explotar la moral de quienes dan la cara, incluso sabiendo que habrá quien se la parta. O peor, quien les escupa en ella.

Elijo ser mi mejor yo. Ese mismo yo que también existe dentro de todos y cada uno de nosotros y lucha por vencer al otro yo que asoma en cuanto puede abriéndose paso a escupitajos. O peor, a guantazos.

Elijo ser quien haga algo para dejar que los que cuidan de todos sigan haciendo su trabajo por el bien común, incluido el bien de quienes se lo impiden, lo dificultan o simplemente les molesta. Por eso, para hacer algo que realmente valga la pena, a veces es mejor no hacer nada. Y no hacer nada, a día de hoy es hacer mucho.

En lugar de rozar tanto los unos con los otros diciendo aquello que nos avergonzaría decirnos a la cara y en la calle, pasemos a limar las asperezas que están levantando las circunstancias usando la escorfina del humor.

Cuando llegue el momento de vernos de nuevo y sintamos en la yema de nuestros dedos el tacto de la piel tersa y suave que ha dejado el efecto del humor en el otro, nos van a entrar tantas ganas de hacer el amor que vamos a estar sonriendo de por vida.

Hagamos el humor aquí y ahora.

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