EL AMOR EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO
Salgo a aplaudir al balcón de casa cada día a las ocho en punto de la tarde desde hace dos semanas y media. Reconozco que es la primera vez que uso el balcón para algo más que tender la ropa y regar tres tiestos. Nunca antes había tenido la oportunidad de darle otra utilidad, pero el caso es que no falto a la cita diaria ningún día de la semana (aunque ya no sepa en qué día vivo).
Al mismo tiempo, admito que tampoco había visto a todos mis vecinos juntos y cara a cara más allá de las reuniones de la comunidad que tenemos dos veces al año para precisamente vernos las caras y saber quién es quién, quién se ha mudado, quién está al tanto del pago de las cuotas, quién se escaquea de abonar la derrama, quién ha pasado de ser inquilino a propietario y qué inquilino no quiere ni ver a su propietario.
Después de quince días aplaudiendo durante tres o cuatro minutos apoyado en la barandilla, me he fijado en una chica que vive enfrente. Y creo que ella también se ha fijado en mí. La fijación mutua ha ido en aumento a medida que ha ido también en aumento el número de minutos que ambos hemos aplaudido desde el balcón manteniendo la distancia prudencial que impone la calle de doble dirección que nos separa.
No sé su nombre, ni ella conoce el mío. Tampoco sé si está soltera, tiene pareja o está separada o divorciada. Pero ahora quedamos cada día a las ocho en punto de la tarde para declararnos amor a nuestro modo. Además de reconocer con cerrada ovación la encomiable labor diaria de los sanitarios, nos aplaudimos mutuamente. La fuerza de su palmada indica que cada día siente algo más intenso por mí. Y el vigor con el que golpeo mis palmas retumba en todo el barrio demostrando ante los oídos del vecindario la pasión ardiente de mis sentimientos hacia ella.
No sé lo que ocurrirá cuando finalice el confinamiento y si después no será necesario evocar con gratitud el esfuerzo de los sanitarios españoles y su empeño infatigable en salvar el mayor número de vidas posible a cada minuto. De lo que estoy seguro es que el amor que siento por mi vecina seguirá permaneciendo intacto aunque no volvamos a mirarnos de balcón a balcón nunca más.
Que bonito es el amor de balcon a balcon. ❤
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