LIMPIEZA INTERIOR

Además de la limpieza general a la que estoy sometiendo al interior de mi casa, también estoy aprovechando los días de confinamiento obligatorio para hacer limpieza de mi propio interior.

No se trata de un simple lavado de cara, sino más bien de una limpieza a fondo. Nada de guardar aquel sentimiento por si acaso pudiera valer en un momento de necesidad, ni reciclar la emoción que ya no se usa transformándola en un bonito servilletero donde guardar el paño de lágrimas. La limpieza está siendo completamente integral. Es decir, de dentro hacia afuera más que de arriba abajo o de pies a cabeza.

Al igual que le ha ocurrido a la casa, me he desecho de todo lo inservible, de lo que no cumple función alguna a día de hoy o dejó de cumplirla hace tiempo. Pero sobre todo, de las cosas que ocupan mucho espacio en un lugar reducido de por sí.

Los recuerdos nocivos han sido los primeros que han acabado en la basura. Después, les ha tocado su turno a los resentimientos con mayor arraigo (aquellos a los que se vuelve una y otra vez de modo incesante con enconado rencor). Y finalmente, me he desecho de las penas aferradas en el tiempo que han ido enmoheciendo el presente hasta dejarlo del todo irreconocible.

La cantidad de desperdicio acumulado ha sido de tal envergadura que mis mejores amigos se han preguntado cómo ha sido posible vivir tantos años en tal situación de síndrome de Diógenes emocional. No he sido capaz de ofrecerles una respuesta. “Para algo ha servido el tiempo del estado de alarma, ¿no?”– les he contestado a modo de excusa.

Al final, en mi corazón ha quedado tanto sitio vacío que no sé si tendré vida suficiente para volver a llenarlo.

Un Comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s