UNA PRIMAVERA MENOS
Estamos tan deseosos de acabar de una vez por todas con el confinamiento que contamos los días hacia atrás.
Cada día de la semana, a las ocho en punto de la tarde, tras el ritual de ovación a los sanitarios y a todas aquellas personas a las que estaremos eternamente agradecidos (y espero sean recompensadas con mejoras laborales también eternamente), por encima de los aplausos se alza una voz de un vecino que grita: «Ánimo, que ya queda un día menos».
Supongo que su grito de coraje será debido a la aflicción que supone la imposibilidad de pisar la calle por decreto gubernamental. Aunque siempre que escucho vocear su frase, me asalta el mismo pensamiento: Si no es feliz en su casa, tampoco creo que lo sea en la calle .
En lo que a mí concierne, mi deseo sería que lo que nos quedara fuera un día más de vida para recuperar cada uno de los días que se han ido desde el pasado 15 de marzo (y seguirán yéndose). Es decir, tantos días de más por tantos de menos.
El tiempo es lo más preciado que puede atesorar el ser humano. No es necesario poseer la sensibilidad del poeta Walt Whitman para darse cuenta de ello. Basta con leer su bellísimo poema “Carpe Diem” para ser conscientes de que cada día de vida es único.
Cuando en el futuro contemos a nuestros nietos qué hacíamos en la primavera del 2020 muchos responderán: “Aquella primavera no existió”. Salvo para quienes sepan que toda primavera está recogida en la poesía de Whitman.
Aprovechemos cada día de confinamiento para leer a Whitman, puede que lo más parecido que sintamos a la primavera se encuentre en los versos de sus poemas.