DORMIR ACOMPAÑADA
Mi mujer duerme con disfraz. Entre la máscara facial hidratante de crema de pepino, la redecilla crochet que cubre las ondas rubias de su cabello, la férula del bruxismo, la tirita adhesiva en el tabique nasal para expandir las fosas e incrementar el nivel de oxígeno epitelial y los tapones en los oídos para amortiguar la acústica exterior, no sé si duermo con mi esposa o con un superhéroe mutante de los X-Men (en su caso sería X-Woman).
No se rían. Al principio hace mucha gracia, pero cuando llega la hora de iniciar el ritual de las artes amatorias conyugales con la finalidad de consumar el acto sexual en un coito y su consecuente orgasmo, la parafernalia cosmética antiedad resulta tan engorrosa como antierótica.
He de reconocer que cada día parece más joven, por lo que podría confirmar la eficacia de los productos de belleza que emplea y que hacen justicia a su formulación contra los signos visibles del envejecimiento cutáneo, tal y como prometen los anuncios que emiten por televisión. No mencionaré las marcas para no hacer publicidad gratuita por la que no recibiré remuneración, pero podría informar con todo lujo de detalles de la diferencia entre un retinoide y un serum hialunórico según lo hace la voz en off de un tutorial de YouTube.
De hecho, también distingo de un simple vistazo el tipo de crema antiarrugas que usa mi secretaria del que usa la mujer de mi jefe y el usado por la hija universitaria de mi vecino de abajo. Con tan sólo tres segundos de contacto visual, aprecio el grado de sequedad epidérmica que indicaría la necesidad de incrementar el porcentaje de manteca de karité en cada caso particular. Mencionaría las tres marcas que ellas usan, pero como he dicho anteriormente, no cobro por ello.
Total, que por culpa de la cosmética de alta gama que rejuvenece al sexo femenino, mi sexo masculino está envejeciendo cada noche y mi corazón está perdiendo todo atractivo por la falta de hidratación afectiva de mi querida esposa. Mencionaría los detalles de mi desdicha, pero tampoco ganaría nada haciéndolo.