DIPSOMANÍACO SENTIMENTAL
Hasta ayer, no supe el significado de la palabra dipsomanía. Si usted también la desconoce como la desconocía yo hasta ayer, sepa que la dipsomanía es un tipo de adicción alcohólica en la que el adicto consume gran cantidad de alcohol en un breve periodo de tiempo tras el cual regresa a la sobriedad durante meses para recaer nuevamente en el consumo descontrolado por un día o dos.
Ahora que ambos podemos identificar a los dipsomaníacos de nuestro entorno (usted del suyo y yo del mío), reconozco públicamente mi adicción. Pero no a la ingesta de alcohol como define claramente la enfermedad dipsomaníaca, sino al enamoramiento impulsivo en los mismos términos. Del mismo modo que el adicto alcohólico se halla poseído temporalmente por el consumo desenfrenado de litros de alcohol que corren por sus venas (como la canción de Ramoncín), en mi caso lo que corre vertiginosamente es un impulso de amor de loca juventud (como el bolero de Compay Segundo)
Sin embargo, y a diferencia del dipsomaníaco alcohólico, mi adicción está durando muchísimo más de un día o dos. A decir verdad, he perdido la cuenta de mis semanas de dependencia y si el hábito amoroso se ha transformado en vicio instalado cómodamente en mi vida de gélida austeridad castellana.
He de asumir mi condición de enamoradicto* y con ello reconozco que el simple hecho de imaginarme abrazado a una piel perfumada de sensualidad me embriaga tanto como encurda al dipsomaníaco un trago largo de su espirituoso favorito. Y al igual que el espíritu se eleva por el efecto vaporoso de los efluvios etílicos, el mío levita al contacto acuoso de unos besos provenientes de húmedos labios.
Algunos lectores dirán que el amor es una cursilería, otros que el cursi soy yo, pero esta sensación inigualable merece un brindis a diario.
*no busquen en el diccionario el significado de la palabra “enamoradicto”, es de invención propia.