SUTILES MANIOBRAS
La relación epistolar de Kafka con su novia Felice Bauer revela la relación insondable entre ambos que, si hubiera que definir, el propio término kafkiano se quedaría corto.
En una de las cartas escritas en 1912 por el novelista austrohúngaro a su prometida, reveló: “el tiempo es breve; mis fuerzas limitadas; la oficina, un horror; el apartamento, ruidoso; así que llevar una vida placentera es imposible, uno debe tratar de sobrevivir mediante sutiles maniobras”.
Para Kafka, el acto de escribir era la maniobra sutil que le permitía ser kafkiano en el sentido literal de la palabra Kafka (es decir, ser él mismo) y no en el sentido que se le ha dado a posteriori por las situaciones que describió en sus novelas o el carácter de sus personajes.
La metamorfosis que sufrimos tanto usted como yo varias veces al día nos fuerza a mutar los placeres de la vida en favor del horror de la oficina, la inexorable brevedad del tiempo, la irremediable limitación de las fuerzas y el ensordecedor ruido del vecindario. Todo ello nos arroja a la búsqueda de alternativas que compensen el daño infligido y den sentido a cada instante al mismo tiempo que compense el espacio vital restante.
Habrá quien lo halle en asistir cada domingo al estadio de fútbol para animar a su equipo (y desanimar al contrario), quien haga mil y una abdominales en el gimnasio o quien se dedique apasionadamente a la lepidopterología como Vladimir Navokov o al horneo de pasteles como hacía Emily Dickinson entre verso y verso.
Desconozco el motivo por el cual la Real Academia Española de la Lengua define el término kafkiano como “dicho de una situación absurda o angustiosa” cuando debería definirse como “dicho de todo aquello que hace soportable todo aquello que no lo es”. Aunque pensándolo bien, puede que ambas definiciones sean correctas (especialmente para Frank Kafka).