SIRI ES TU MADRE

Mi jefe se ha enterado de que quiero dejar la empresa. No sé cómo cojones lo sabe porque yo no se lo he comunicado oficialmente. Tampoco se lo he dicho a ninguno de los compañeros con los que comparto mesa de oficina cada día y mesa de restaurante cada noche de jueves. Ni siquiera lo saben en casa. Ni mi mujer, ni mis dos hijas adolescentes, ni la amante con quien me veo dos veces por semana en un hotel de las afueras. De hecho, ni yo mismo sé que quiero dejar la empresa.

Desde que el entorno digital apareció en nuestras vidas, el algoritmo binario ha tomado las riendas de mis actos. Si necesito comprar un par de botas para esquiar en Baqueira Beret, el algoritmo sabe de antemano el modelo, la marca deportiva que mi sueldo alcanza e incluso mi número de pie sin indicación alguna por mi parte, salvo que no necesito botas para esquiar porque no sé esquiar ni tengo ganas de aprender a mi edad.

Si mi estado de ánimo está por los suelos, el algoritmo conoce las causas, realiza un análisis exhaustivo de mi caso y ofrece varias alternativas de índole psiquiátrica y farmacopea, aunque la euforia me domine por la cascada de victorias del Atlético de Madrid en Liga, Champions y Copa del Rey.

Por esa razón, desconozco lo que ha motivado a mi jefe ponerme de patitas en la calle argumentando que estoy fuera del entorno digital exigible en un puesto de mi categoría.

La culpa de todo es del algoritmo que se ha adueñado de nuestras vidas y sabe lo que queremos antes incluso de quererlo. 

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