HUMOR SE ESCRIBE CON HACHE
Vivir en este mundo siendo una hache es una putada. Lo digo aquí bien alto y claro, ya que nunca tengo oportunidad de abrir la boca. Se me ignora de todas-todas.
Frente al resto de compañeras de abecedario, cuya presencia incluso se duplica como ocurre con la V, la L o la R, a mí se me ningunea sin piedad. Siento ojeriza en el silencio de todas mis apariciones públicas. Y en las pocas ocasiones en las que he tenido el honor de ser presentada en sociedad, lo han hecho alertando de mi presencia de modo “intercalada”, como avisando de un peligro inminente.
Por eso, quiero aprovechar la ocasión que se me brinda en este blog para reivindicar la valía de mi lugar en el vocabulario de la humanidad. Por poner solamente algunos ejemplos: soy la primera en dar la bienvenida afectuosamente en castellano abriendo paso a la conversación con un saludo. Doy apellido a una cómica segoviana. Estoy en el centro de la interjección con la que fue apodado uno de los iconos revolucionarios argentinos del siglo XX. Pero en mi propio país, me enmudecen.
En otros idiomas, sin embargo, sueno genial. El príncipe de Sussex me lleva en su nombre. La inicial del mago británico más famoso de todos los tiempos soy yo, y también me usan en la fiesta más terrorífica estadounidense que cada año encanta a niños y niñas al grito de truco o trato. Incluso soy el 50% de una marca de ropa con presencia en los 5 continentes con más de 4.800 establecimientos. Pero a pesar de todo, insisto, en mi propio país, me enmudecen.
Por todas estas razones y otras tantas que avalan mi nobleza y estirpe de rancio abolengo que ahorro mencionar aquí y ahora, reclamo mi espacio natural en el idioma español por derecho propio y alzo mis dos brazos para ser pronunciada por todo lo alto: H-A-C-H-E.
No sé si mis demandas serán escuchadas. Lo único que me consuela a día de hoy es que el humor sin mí no sería nada, absolutamente nada.
Monroy, Monroy
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Gracias, gracias!
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