HIPÓCRITA

Sufro quemaduras de tercer grado en el treinta y cinco por ciento de mi cuerpo por arrimarme al sol que más calienta.

El médico me ha recetado una pomada antiséptica de regeneración celular que restriego por toda la epidermis incluso en aquellas partes bajas donde jamás llegaría un rayo de sol. También me ha dicho que procure no mezclarla con la vaselina que habitualmente empleo en otra áreas más ocultas de mi personalidad física (y que no describiré aquí y ahora, ni con qué finalidad, ni objetivos).

Tras varias semanas expuesto a las altas temperaturas que expelen las fricciones por obtener intereses particulares, creo que he salido escaldado de la experiencia. Cuando uso la palabra escaldado, la uso en el amplio sentido gastronómico del término. Por ejemplo, ayer acudí al despacho del secretario de Estado de la Administración General del Ministerio de Cultura, y tras ser cocido a fuego lento para ablandar mis partes más duras, fui servido en un plato bien hondo y con todo tipo de argumentos como guarnición, para que me comieran vivo sin necesidad de abrir la boca (ni ellos, ni yo).

Quienes hayan tenido oportunidad de aproximarse al ejercicio de la política desde cualquier ámbito, y por necesidad hayan requerido la colaboración o amparo de un estamento administrativo, sabrán que el canibalismo es la dieta alimenticia de quienes habitan en la jungla electoralista. De poco o de nada sirve vestir de Coronel Tapioca o ir armado hasta los dientes de repelente para mosquitos, gusanos y todo tipo de invertebrados. Tampoco es eficaz la extensa valía curricular, académica o incluso la consanguinidad. Si se desea algo, hay que colmar las expectativas sin reparo alguno siguiendo las ordenes o requerimientos del antropófago macho alfa de la tribu.

Por esa razón, he considerado que ir en traje de baño a las reuniones con la Administración General es lo más adecuado cuando se solicita una subvención otorgada por un Ministerio u organismo público. Da igual el color político del partido alzado al poder por la soberanía popular. Da igual la carta de recomendación. Da igual que te dé igual todo. Tarde o temprano llega el momento decisivo de bajarse los pantalones. Y como el bañador no tiene cremallera, he considerado que seré el primero en recibir la subvención por delante de todos los candidatos (o por detrás, según se mire). Sólo así conseguiré el calor necesario para madurar como profesional. Y los años me han enseñado que arrimarse al sol que más calienta es el camino más adecuado.

Consejo de última hora: sustituyan el AfterSun por gel lubricante, lo agradecerán eternamente (especialmente a sentarse).

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