PENSAR ADELGAZA

A veces me da por pensar. No se asusten, lo hago como deporte no para atentar contra el sistema. Cuando pienso, mi cuerpo consume las calorías necesarias para estar en forma sin gastar un euro en gimnasios ni centros fitness. Lo que quema más grasa, es pensar en el asunto de la economía. Si veo que he cogido un kilito de más, no hay nada mejor que reflexionar unos minutos sobre el estado financiero mundial para quitármelo de encima. Cuando hablo de reflexionar no me refiero a hacer flexiones una y otra vez; hablo de dedicar tiempo a pensar en los vaivenes de la bolsa de valores o en el balance de resultados de cualquiera de los cientos de corporaciones con domicilio fiscal en Gibraltar. Nada más empezar a pensar, comienzo a sudar y sudar como si estuviera haciendo abdominales o levantando mancuernas, pero sin tener que llevar al cuerpo al límite de la extenuación. Llevo ejercitando el pensamiento con asiduidad desde hace un par de meses y les puedo garantizar que funciona. Los bíceps de mis antebrazos han adquirido el diámetro similar a los de Rafa Nadal y luzco una espléndida tableta de chocolatinas donde antes habitaba una oronda barriga, que dicho sea de paso, no pasa desapercibida ante los ojos de ninguna fémina que se cruza conmigo en la piscina municipal. Cuando leo en la prensa el aumento del índice de obesidad de la ciudadanía, encuentro la razón por la cual nuestra sociedad no termina de salir de la crisis económica que estrangula a familias, autónomos y PYMES. Da igual la persona jurídica que seas, si el físico sobrepasa los límites de lo saludable, se debe a que no se ejercita lo suficiente el pensamiento económico o éste resulta inexistente. Nos iría mejor a todos si endocrinos y dietistas recomendaran ejercitar el pensamiento financiero en lugar de tanta dieta baja en calorías. Deberían pensarlo. El simple hecho de hacerlo, aseguraría una reducción del 2% de la masa corporal, que a día de hoy, resulta más que razonable. Aunque siempre queda la opción de hacer caso omiso a la economía y dejarse llevar por lo que piensen los demás confiando en que su pensamiento económico es el correcto para el sistema y será el que saque del agujero a familias, autónomos, pequeñas y medianas empresas y por extensión al país entero. Si nos dejamos llevar por esta última opción, la grasa adquirida se extenderá por todo nuestro organismo y no sería extraño que nos hundiéramos definitivamente por el simple hecho de evitar el sano ejercicio de pensar por uno mismo. Yo que usted, me lo pensaría.

  1. Miguel Angel

    He leído todos los artículos de un tirón. Tienes una prosa muy periodistica, muy fluida, de lectura amena en interesante. Me gusta.

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