A FOLLAR, A FOLLAR, QUE EL MUNDO SE VA A ACABAR

En la bandeja “recibidos” de mi correo electrónico entran cada día una media de 80 emails. Lo sé con exactitud porque los he contado. Bueno, yo no los cuento personalmente uno a uno, el señor Google lo hace y luego me lo dice en color rojo (para que quede claro) y con la cifra exacta entre paréntesis (para disimular). De todos ellos, la mitad son de empresas que no conozco, aunque ellos parece que sí que me conocen porque constantemente me quieren vender algo. La mitad de la otra mitad son de grandes operadoras de telefonía, que también quieren algo de mí, concretamente mi dinero. Y el resto, son de personas como usted que tienen tiempo para leer lo que escribo y amablemente comparten con este humilde articulista las impresiones causadas por los temas que leen y yo escribo. Y como soy muy educado, a los últimos es a quienes contesto primero (frente a los primeros a quienes ignoro porque de niño aprendí a no hablar con desconocidos), y a los segundos les dejo en espera, como ellos suelen hacer conmigo cuando también quiero algo de su parte, concretamente pagar menos.

De los correos electrónicos que tengo la molestia de leer, entre los que podría estar alguno suyo, no hay ninguno en el que no se me acuse de recurrir al sexo como tema principal de los artículos que escribo. Algunos lo hacen para bien (la amplia mayoría), y otros para mal (la estrecha minoría). Y a ellos (a la minoría estrecha) he decidido dedicarles las siguientes palabras. Que digo yo, que si no les gusta el tema del sexo en mis artículos, pues que dejen de leerme, ¿no? Aunque para manifestar su disconformidad con el tema elegido, parece que no desisten en leerme y por lo que se ve, tampoco renuncian a enviar emails para hablarme del mismo tema que hablo yo: el sexo. Los comentarios enviados por la minoría estrecha coinciden en que el sexo está omnipresente y que no debería ser así. ¿Y por qué no?, me pregunto yo. Supongo que muchos de ellos (y ellas) tendrán pareja, ¿a qué se dedican los sábados por la noche en la cama?, vuelvo a preguntarme. Si su ración de sexo se reduce únicamente al sábado por la noche, ¿en qué emplean las otras seis noches de la semana?, continúo preguntándome. Supongo que a leer mis artículos, y también a enviarme puritanos emails para quejarse sobre el tema que tratan: el sexo. En el fondo, me da un poco igual lo que piensen, hagan o dejen de hacer especialmente sobre lo que no se permiten a sí mismos hacer entre las sábanas o donde su retorcida mente les impida imaginar hacerlo. Aunque, por otro lado, también les agradezco que me lean y manifiesten su opinión, ante la cual yo también voy a manifestar la mía. Y nada mejor para hacerlo que recurrir al refranero popular, que para estas cosas siempre tiene una respuesta clara y contundente: quien no folla, da por culo.

Feliz sábado a todos, incluyendo a mis lectores mojigatos que sé que esta noche tendrán su ración semanal de sexo (incluyendo la lectura de este artículo).

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