EL COLECCIONISTA DE MOMENTOS

Mi mejor amiga, amante e inseparable y leal compañera colecciona relojes desde antes incluso de que fuéramos amigos, amantes, inseparables y leales el uno al otro. A unos les da por coleccionar sellos, a otros monedas o billetes fuera de curso legal, pero a ella le da por coleccionar relojes. Los tiene de todo tipo. De pulsera, de bolsillo, de sobremesa, de salón, de péndulo y alguno que otro de pared. Los tiene de arena y de sol. Digitales y analógicos. Los que van con retraso, los que dejaron de funcionar Dios sabe cuando, de marca y también los que marcan la hora exacta de Hong Kong, Nueva York y Sidney, aunque donde ella esté es en Madrid. Recuerdo que a nuestra primera cita llegué con puntualidad británica, lo que me hizo empezar con buen pie en nuestra relación. Desde aquel día, desayunamos por la mañana, comemos al mediodía y cenamos cada noche exactamente a la misma hora. En verano, hacemos la digestión religiosamente durante dos horas antes de tirarnos al mar y cuando lo hacemos, sabemos de antemano el tiempo que nos queda de baño antes de que baje la marea. E incluso desde la primera vez, llegamos los dos juntos al orgasmo al mismo tiempo. En definitiva, programamos nuestra vida sincronizando nuestro reloj biológico sin retraso alguno. Dicho así, muchos de ustedes pensarán que mi relación tiene los días contados. Y no les falta razón, porque sólo puedo contabilizar los días que he pasado a su lado y jamás me da por contar los que me quedan por pasar. Será el propio tiempo el que decida sobre ese asunto en concreto. Y si es el tiempo el que decide todo, nada mejor que estar enamorado de una coleccionista de relojes que de otra mujer que sólo haya coleccionado relaciones fracasadas a lo largo de su vida donde el tiempo ha detenido el reloj del amor tantas veces que ya no marca la hora a su debida hora, sino que ha dejado marcado para siempre su corazón.

De tanta pasión por el coleccionismo de relojes de mi mujer, algo se me ha pegado en los 1.485 días, con 17 horas, 16 minutos y 14 segundos que llevamos juntos el uno al lado del otro, como la aguja grande y la pequeña, que permanecen unidas a un mecanismo de por vida. Si ella colecciona relojes, yo colecciono momentos con ella. Los tengo de todo tipo. Tengo algunos momentos muy presentes y otros anclados en el tiempo. Si un día de éstos, sus quehaceres cotidianos se lo permiten, les invito a pasar por casa y les enseño mi colección de momentos. Les encantará. Eso sí, rogaría puntualidad.

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