ONCE NOCHES SIN DORMIR
El ciudadano británico de nombre Toni y apellido Wright, pasó sin pegar ojo 266 horas seguidas. Y todo por registrar su hazaña en el libro Guiness de los Récords. Conozco a más de una madre y a más de un padre que llevan mucho más de 266 horas seguidas sin pegar ojo y no por ello pasan a formar parte del libro Guiness de los Récords, y hay que reconocer que hazaña como tal es, y muy grande, incluso más meritoria que la llevada a cabo por el señor Wright.
Desconozco los motivos por los cuales el señor británico dedicó once noches con sus días a permanecer despierto, pero hay razones de sobra por las cuales miles de padres y madres (me da igual que sean heterosexuales, homosexuales, lesbianas o transexuales) se desvelan cada noche, y no son otras que las de cuidar de sus hijos (me da igual que sean recién nacidos, recién adoptados, acaben de cumplir doce años o rocen la cincuentena). Ser padre o madre (y a veces padre y madre) implica el desvelo por lograr su bienestar y hacerlo del mejor modo posible a ser posible cuando sea posible (y en otras cuando no lo es). Como diría una amigo que trabaja en política: “eso va con el cargo”. O como también diría el mismo amigo que además de trabajar en política, también hizo la mili: “eso es como el valor, se presupone”.
Otro de mis mejores amigos (en este caso amiga) que acaba de ser madre primeriza, pasa las noches en vela oyendo respirar a su bebe, ofreciéndole su pecho cada cuatro horas y acunándole para que consiga conciliar el sueño que ella sacrifica como buena madre que es. También conozco a un matrimonio gay que ha logrado adoptar a una niña extranjera de apenas un año de vida y pasan noche sí y noche también babeando ante la maravilla que el destino (y una ley valiente) ha puesto en sus manos. Y también conozco a un padre viudo octogenario que mantiene y da techo a uno de sus hijos que roza la cuarentena porque lleva más de tres años sin encontrar empleo a pesar de poseer mejor cualificación que muchos que conozco y tienen trabajo.
Según reza el informe de la “hazaña” del señor Wright (por cierto, padre de tres hijos), consiguió mantenerse despierto en su afán de lograr su propósito gracias a la ingesta de alimentos crudos, bebiendo ingentes cantidades de té, jugando al billar e incluso escribiendo páginas de su diario con las reflexiones que se le pasaban por la mente mientras no pegaba ojo. Tras haber conseguido inscribir su nombre en el libro Guiness como el hombre que pasó más noches sin dormir, declaró: “Quise demostrar que el cerebro no pierde efectividad con el cansancio”. La verdad, es que habría bastado con preguntar a cualquiera de los padres y madres que cuidan de sus hijos para llegar a esa conclusión. El señor Wright se hubiera ahorrado el mal trago de comer alimentos crudos y de beber litros de insípido té. Aunque las partidas de billar no se las quita nadie. Puede que quizá lo hiciera por eso, no sé.
Como decía Manolete con su característico acento cordobés: “Hay gente pa tó”