ES UN MINUTITO
“Es un minutito”. La típica frase que en algunos (muchos) momentos de nuestra vida todos hemos utilizado para pedir perdón o (también) para pedir permiso. Disculpas por algo que, aunque sabemos que está mal y que probablemente moleste a alguien, hacemos sin remordimiento de conciencia. Digo molestar por utilizar una palabra fina, aunque lo que hacemos realmente es joder al prójimo. Para ilustrarlo, ahí van unos ejemplos: “Es un minutito, ahora vuelvo”, “Es un minutito, voy aquí al lado”, “Es un minutito, ahora retiro el coche” (del-vado-de-ambulancias-en-donde-claramente-puede-verse-la-señal-de-prohibido-aparcar-y-que-hago-que-no-veo-y-además-me-la-pela-que-venga-ahora-mismo-una-ambulancia-con-un-torero-desangrándose-por-la-aorta-tras-una-monumental-cornada-en-la-Monumental.-A-mí-como-si-es-el-mismísimo-Paquirri,-o-sea,-que-no-voy-a-quitar-el-puto-coche-ni-en-un-minutito-ni-en-una-hora)”.
Son tantos los minutitos que dejamos abandonados por el camino que si llegáramos a juntarlos nos saldrían dos o tres años de vida extra. Si caminas por el centro de Madrid puedes ver minutitos abandonados de la mano de Dios en zonas reservadas para discapacitados, tapando bocas de riego, en pasos de cebra, en rampas para personas con movilidad reducida, en salidas de emergencia, junto a accesos para invidentes, sobre bordillos, cubriendo tres cuartas partes del ancho de la acera…Y allí los minutitos pasan horas y horas, solos, desvalidos, sin que nadie vuelva a recogerlos para recuperar el tiempo perdido o reciban el cariño que se merecen. Y no te creas que nadie está libre de pecado. Todos y cada uno de nosotros se desprende de minutitos como el cuero cabelludo se desprende constantemente de pelos por doquier. Probablemente la razón sea la misma: total, como hay de sobra.
Pero de repente, una buena mañana descubrimos que los minutitos deciden marcharse. Piensan que no se sienten queridos y deciden irse por su cuenta y riesgo. Y es entonces cuando caes en la cuenta que la coronilla comienza a clarear, las entradas prefrontales son más profundas y donde antes había una melena leónica, ahora hay un flequillo estilo Iñaki Anasagasti.
Si puedes evitar el abandono de un minutito, no lo dudes, evítalo. Y si no eres capaz o no tienes voluntad férrea de hacerlo, al menos apadrínalo y disfruta viéndolo crecer. Precisamente hoy mismo, yo he apadrinado un minutito de mi tiempo y sin darme cuenta me han salido estas palabras, que no te llevará mucho tiempo leer. En un minutito terminas. Espero que no te hayan molestado, y digo molestar por utilizar una palabra fina.