LOS PALOS QUE DA LA VIDA
Hay que ver los palos que te da la vida. Dicen que de todo se aprende, y de los palos que da la vida, mucho más. Francamente prefiero aprender de los palos que reciben los demás que de los que la vida me da a mí, pero por desgracia casi nunca es así. Tras el batacazo de la caída, lo primero es levantarse y después aprender. Aunque a veces, uno tarda más tiempo en levantarse que en aprender.
Hubo un tiempo, no muy lejano, que si en el colegio no te sabías el número exacto de la tabla de multiplicar, la vida te daba un palo. Realmente quien te lo arreaba era el antiguo profesor (lo que decía mucho de su método de enseñanza, claro). Del antiguo profesor no se podía decir que tuviera mucha mano izquierda con los niños al usar ese método para hacer saber que dos y dos son cuatro. Rectifico, mano sí que tenía, pero la usaba para dar bofetones, cachetes, capones y otras innumerables acepciones posibles.
Posteriormente la vida misma ha sido la que me ha enseñado que a veces dos más dos no son cuatro, sino cinco e incluso cinco mil. Nada más hay que ver los beneficios de los bancos cuando se fusionan entre sí. Ellos, que sí tienen mucha vida y en cuestión de números saben más que cualquier profesor de escuela, son los que elevan la suma y la multiplicación a la categoría de arte. Y cuando digo elevan, lo digo en el sentido literal de la palabra, nada de metáforas y otros recursos literarios para pusilánimes. Los directivos y consejeros delegados saben a la perfección que la unión de un banco más otro banco son doble beneficio, pero que la fusión de varios bancos con otros bancos son miles de millones de beneficio. No es una cuestión de dar con el número exacto como en el colegio, es más bien un tema de dar palos. Ellos sí que aprendieron de la filosofía del antiguo maestro del colegio: “cuantos más palos se da, más se obtiene”.
Si el mundo de hoy fuera una inmensa clase, los profesores serían los banqueros y la humanidad, los alumnos. Ellos aplicarían la vara a quienes no supiéramos la cifra exacta del Euribor y así continuar enseñándonos que dos más dos siguen siendo cuatro, aunque para ellos sean trillones y trillones.
Ya lo decía mi antiguo maestro de escuela: “En esta vida no hay nada mejor que ir aprendiendo cada día”. Yo no he dejado de hacerlo desde entonces, a base de palos, claro.