APOLOGIA DEL PLAGIO
Cada uno hace lo que hace, como puede y cuando puede. Lo que haga cada uno y cuando lo haga va estrechamente ligado a su modo de ser. Los hay que prefieren afeitarse con cuchilla y los hay que prefieren la maquinilla eléctrica. Mi padre, por ejemplo usa maquinilla eléctrica desde que decidió dejar la imberbidad* y yo, en cambio no me afeito.
*(no busquen la palabra imberbidad porque no existe, es inventada).
Él suele afeitarse cada mañana antes del amanecer, que es cuando puede. Y yo, como no quiero afeitarme, consigo dormir a pierna suelta hasta que el sol brilla en el centro del cielo en todo su esplendor. En el aseo matutino, no he considerado plagiar sus costumbres, aunque en muchas de mis propias costumbres encuentro todos y cada uno de sus gestos. Plagiar a tu engendrador en sus usos, hábitos y costumbres no te hace ni mejor ni peor persona, salvo que la santidad, inteligencia o beaticidad* hayan definido la línea argumental y vital a lo largo de años de existencia del personaje en cuestión
*(tampoco busquen en el diccionario la palabra beaticidad)
Al final va a ser cierto eso que dicen que plagiar una idea es copiar y plagiar muchas ideas es realizar un homenaje. Conozco a mas de uno que se pasa el día dándose homenajes en forma de mariscadas y viajes a la Costa Caribeña a costa de no tener ni una idea propia. En principio no hay nada de malo en ello, salvo que la ignorancia resulta tan popular entre nuestros congéneres que nadie parece darse cuenta del perjuicio que provoca. O puede que sólo nos demos cuenta aquellos que únicamente copiamos a quien estamos en nuestro derecho a copiar, es decir, a nuestros ascendientes. Por eso, considero insultante copiar aun habiendo tenido la oportunidad de hacerlo, como solía ocurrir en los exámenes de bachillerato.
Hay dos tipos de copiones. Quien copia y alaba la autoría y generosidad del copiado y no suele recibir demanda judicial por ello, frente a la usura de quien copia sin reconocer al autor y se forra gracias al esfuerzo de otros y pocas veces acaba en los tribunales. Luego están los que juran y perjuran que el invento o concepto original fue suyo, aunque a su debido tiempo descubrimos que la justicia dirime que de original hay poco y de plagio hay mucho. Tal y como he dicho antes, cuando la ignorancia abunda, la originalidad tiene todas las de perder.
Bienvenidos a la mediocridad, el mundo donde la ineptitud unida a la vagueza* te puede llevar tan lejos como desees, incluyendo a un alto cargo de responsabilidad en el Registro de la Propiedad Intelectual.
*(tampoco busquen en el diccionario de la RAE el término vagueza porque es creado por mí, aunque si lo desean, pueden copiarlo, como todos los anteriores. Siempre y cuando reconozcan mi autoría, claro).