SOLICITUD DE AMISTAD ENVIADA
Mi vida está a un “click” de cambiar para siempre. Lo presiento. Y sé que lo presiento porque noto mariposas en el estómago. Sentir mariposas en el estómago es la metáfora poética que utilizan los cursis para decir cursileramente* que el sentimiento amoroso ha invadido los órganos del cuerpo humano, empezando por el más sensible: el estómago.
*no busquen la palabra cursileramente en el diccionario porque es inventada.
Muchos de ustedes pensarán que el órgano más importante en materia amorosa es la vista, pero se equivocan. Con la vista se come (“me la como con los ojos”). Otros pensarán que es la lengua (“babeo cuando la veo pasar”). También los hay que afirman que las extremidades inferiores es lo que más denota el enamoramiento (“me tiemblan las piernas cuando me cruzo con ella”). E incluso los hay que consideran que el órgano humano que define la afección emocional es la epidermis (“se me eriza la piel si me dirige la palabra”). Todos están equivocados. La parte del cuerpo que realmente determina la cantidad y calidad del amor es la yema del dedo índice de la mano derecha (o izquierda en el caso de ser siniestro o zurdo que para el caso es lo mismo). Basta con mover un dedo (no un dedo de los míos, sino de ella) para otorgar felicidad al cuerpo (en este caso, al mío). Nadie imagina la dimensión de bienestar que proporciona el grácil movimiento de un solo dedo. Afirmar que estoy a un “click” de alcanzar el estadio más sublime al que puede aspirar un ser humano masculino supone lo mismo que decir que el movimiento de un dedo puede elevar el placer a su estado más elevado (las lectoras sabrán a qué me refiero, no entraré en detalles).
Dicen las malas lenguas que hacer amigos en Facebook no es lo mismo que tener amigos de los “de verdad”. Pero yo no estoy de acuerdo. También los hay que dicen que no hay mucha diferencia entre ligar a las 4 de la mañana en un bar de copas que ligar a cualquier hora del día a través de las redes sociales. Y en este caso, estoy totalmente de acuerdo. A mí las redes sociales me ayudan mucho. A un solo golpe de “click” de ratón de ordenador socializo todo lo que quiero. Hago y deshago amigos y amigas a mi antojo. E incluso puede que encuentre al amor de mi vida o que el amor de vida me encuentre a mí a base de “click-click-click-click” (no sería la primera vez).
Por poner un ejemplo, uno de mis mejores amigos en Facebook es mi psiquiatra. Me sigue desde hace años por las redes sociales. También sigue con gran interés todos los artículos que publico en mi blog, y en función de lo que escribo, modifica mi medicación para el desorden bipolar que padezco desde que doy uso a la razón (perdón, quería decir desde que tengo uso de razón).
Así es el mundo de hoy, todo está en red. Enredado, mejor dicho.