ZUMBA
Me apunté a clases de Zumba pensando que enseñaban a ligar y lo que conseguí fue romperme los ligamentos cruzados de ambos muslos. El médico me ha dicho que es una lesión de primera división, aunque no ha especificado de qué equipo ni tampoco si de jugador delantero, defensa, mediocentro ofensivo o portero.
Empecé yendo los jueves y viernes plenamente convencido de que con la proximidad del fin de semana las posibilidades de pillar cacho aumentarían. Pero tras recibir cuatro clases y transcurridos tres sábados en blanco, en lo que me he convertido es en el blanco de todas las miradas. Muy especialmente del profesor, que cada paso adelante que da hacia mí, yo doy tres hacia atrás (no sé si porque entiendo poco de baile o porque no entiendo nada de lo que él supone que entiendo).
El profesor dice que es el ritmo de la música lo que hay que seguir. Pero a mí me da que él sigue su instinto y sus pies obedecen más a su hambre de sexo insaciable que a la melodía de las canciones que suenan atronadoras en cada sesión de 45 minutos de sudoración constante.
Deben ser mis ganas irrefrenables de llevarme a una mujer a la cama lo que está provocando la disminución de inscripciones femeninas en las clases de Zumba. Ellas tienen un sexto sentido para detectar a los hombres maduros desesperados por mojar el churro. Por otro lado, en el gimnasio están encantados porque se han incrementado notablemente las inscripciones masculinas. De hecho, los alumnos triplican a las alumnas y donde antes se movía la cadera a golpe del perreo de Don Omar ahora se baila el “Macho, macho, man” de Village People (varias veces y con diferentes coreografías).
Estoy convencido de que el destino está enviándome señales evidentes e inequívocas para cambiar de orientación, es decir, de lugar de ligoteo, no me sean retorcidos. Por eso, he decidido sustituir el ejercicio físico de los espacios hormonados y alfombrados de testosterona por el ejercicio intelectual de las salas de museos y exposiciones donde me han dicho que hay más mujeres sensibles que hombres rudos. Si aún así no consigo llevarme a ninguna mujer a la cama, al menos sé que no acabaré en ninguna cama de urgencias con lesión de ligamentos cruzados por culpa de una mala postura. Qué complicado es todo.