LO QUE DE VERDAD IMPORTA
Hay coches que viven mejor que las personas. El mío, por ejemplo, duerme en el garaje a cubierto cada noche (algo que algunas personas no pueden permitirse ni de día).
Hay días que llega a ingerir combustible en tres ocasiones, o lo que es lo mismo, le doy alimento para seguir adelante mañana, tarde y noche (algo que algunas personas tampoco pueden permitirse, en este caso, ningún día).
Cada fin de semana, le lavo por fuera y también por dentro (algo que algunas personas sueñan con hacer al menos una vez al mes). Y cada año, pasa una rigurosa y exhaustiva revisión técnica que es lo mismo que decir que se hace un chequeo médico de la cabeza a los pies, aunque en su caso sería más correcto decir desde el embrague hasta el tubo de escape. En cambio, pocas personas pueden permitirse un análisis de sangre al año para detectar anomalías cardiacas, subidas de colesterol o formalizar un estado físico generalizado de carácter óptimo.
Además, mi coche recibe un informe anual de los niveles del líquido de frenos, del anticongelante y del agua del radiador que despertarían los elogios de cualquier cuadro médico de cualquier hospital (incluso privado).
El navegador con GPS que viene instalado de serie por la marca alemana (aunque la mano de obra sea de un país del este), me lleva al destino que deseo, en el tiempo que deseo y por la ruta que deseo. Por el contrario, hay miles de seres cuyo destino está en manos de indeseables que trafican con humanos por rutas en las que es más fácil perder la vida que encontrar el camino de huida del hambre, la violencia y la miseria.
Por todo ello, he decidido poner a la venta mi coche de importación y prestar atención a las personas que importan. No sé si mis actos me conducirán a buen destino, pero estoy seguro de que nadie me quitará puntos por adelantar a los demás pasando por encima de ellos en lugar de hacerlo siguiendo las normas del código de circulación.
En la vida como en la carretera, lo primero son las personas.