CAMA Y MANTEL

Dicen que el comer y rascar, todo es empezar. En cuestiones de flirteo pasa algo parecido: para comerse algo en la cama, también hay que empezar rascando el bolsillo.

Hoy en día, invitar a una persona a cenar para después recibir la invitación a disfrutar de un postre de arrumacos y abrazos en posición horizontal es necesario pedir un crédito o justificar al menos las tres últimas nóminas. 

El paralelismo entre el arte gastronómico y el arte del flirteo sexual viene de lejos. Me podría remontar al momento en el que bastó simplemente una manzana para seducir a una mujer o llevar hasta sus últimas consecuencias el refrán «a los hombres se les conquista por el estómago» dando por perdida la mitad de la nomina mensual.

Pero seré más contemporáneo y hablaré de las recetas gastronómicas elaboradas para enamorar a quien se desea comer después entre sábanas. Si todo empieza por rascar, nada mejor que empezar rascando unas patas de nécora o una cola de bogavante. Si el rascar marisco no es posible, como es mi caso (maldita alergia), lamer media docena de ostras crudas con limón o un cuarto de kilo de almejas al vapor constituyen un excelente sustituto como preámbulo a saborear otros manjares a posteriori. 

Hay muchas otras similitudes sobre el sexo que tienen su caldo de cultivo en la gastronomía (el uso de la palabra caldo es intencionado, supongo que se habrán percatado). La mesa, por ejemplo. Todos los que han visto la película “El cartero siempre llama dos veces” recordarán la famosa escena de la mesa en la cocina donde Jessica Lange y Jack Nicholson se devoran mutuamente. O aquella otra escena de la mesa en el restaurante de la película “La escafandra y la mariposa” en la que sus protagonistas engullen manjares mientras se dan un banquete de miradas obscenas.

Puede que sea esa la razón por la que los manteles de las mesas de las mejores casas de comida estén confeccionados con el mismo tejido que están confeccionadas las sábanas más suaves al roce epidérmico. A fin de cuentas, todo puede dar comienzo en un sitio y terminar en otro. 

Les dejo que voy al mercado a comprar manzanas. Llevo flirteando varias semanas con la frutera y ardo en deseos hincarle el diente, aún a riesgo de ser expulsado del paraíso de la soltería.

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